Es diciembre y todo parece más agitado y urgente. La época navideña y el fin de año, suscitan en nosotros un ánimo diferente. Cada uno vive circunstancias y experiencias muy personales, pero en este periodo la presión social, expresada en los medios y en las redes, parecieran dirigir a todos al ideal de felicidad navideña, que generalmente, poco tienen que ver con la situación personal, familiar, laboral, social y política que atravesamos. Es un periodo en el que estamos más susceptibles de aturdirnos y desconectarnos de nosotros mismos por la sobreestimulación de acontecimientos y eventos.
Todos tenemos recuerdos de nuestras navidades anteriores y ello nos predispone en expectativas, temores o ilusiones. La cercanía al fin de año, genera un cúmulo de emociones, que conviene observar, detenernos un momento para reconocer cómo nos sentimos: alegres, tristes, estresados, melancólicos, molestos, resentidos, frustrados, etc. Lo más probable es que tengamos una combinación de muchas emociones positivas y negativas a nuestro bienestar.
Observar nuestro estado de ánimo, y encontrar el motivo que nos hace sentir así, nos permite comprender, respetar y gestionar nuestras acciones y a la vez ser respetuosos con los sentimientos y emociones de los demás.
Sincerarnos con nosotros mismos y ser auténticos, aclara la expresión de lo que pensamos y sentimos. La sinceridad nos facilita reconocer lo que sentimos y con ello es más sencillo decidir si seguir, avanzar, soltar, o dejar atrás. Reconocer que cada persona vive sus emociones de acuerdo a sus circunstancias, valores y creencias, nos puede facilitar también, comprender que nuestra afectividad es personal. La presión que podemos sentir o ejercer sobre los demás, a «estar felices», puede ser mas bien adversa.
La época de navidad genera en cada uno de nosotros un desgaste particular de energía, incluso en quienes predominan emociones positivas, nos alerta de la importancia de estar atentos a nosotros mismos y observar el impacto que este periodo tiene sobre los niños y adolescentes que están a cargo de nosotros para poder acompañarlos mejor. Es importante conversar con ellas y ellos, comprender y ayudarlos a resolver sus ansiedades viviendo en el presente. Evitar los excesos y prepararnos para afrontar momentos tensos o difíciles. Anticipar los escenarios del fin de año y ver cómo ello afecta en su ánimo, ya que éste será un periodo de ilusiones, emociones y frustraciones.
¿Cómo impacta en nosotros los reencuentros familiares y amicales, las tradiciones navideñas y de fin de año, los mensajes de espiritualidad, los días de vacaciones, la expectativa de regalos, los gastos, los recuerdos de los seres queridos en estas fechas, el bullicio, la saturación en comercios y el tránsito en las calles?
En mi opinión, no se necesita de Navidad para expresar afecto o solucionar un conflicto pendiente, sin embargo, si es posible que para muchas personas sea una nueva oportunidad para crear ambientes en los que, podamos crear momentos de autentica alegría, cariño y felicidad. Atención con los viejos rencores, frustraciones, preocupaciones y tristezas, que pueden estancarnos y conducirnos a que pasemos al siguiente año con las mismas cuentas pendientes con nosotros mismos y con los demás.
Quedémonos con lo mejor: con los aprendizajes y el afecto y disfrutemos de ello.
¡Felices fiestas!